Introducción

Por qué podar?
Durante siglos de cultivo, la observación de los viticultores poco a poco se fijó sobre cada región vitícola, el método de cultivo conveniente para obtener una cosecha correcta todos los años, así, en particular, definieron las densidades de plantación y las alturas de establecimiento de los órganos fructíferos para una cantidad de uvas suficiente con una madurez correcta : no olviden que nuestros antepasados, en Francia, buscaban la madurez, lo que constituyó el esqueleto de las denominaciones de origen controlado.
El cambio climático de estos últimos años está borrando de nuestras memorias este problema lancinante que encontraba sus soluciones en la bodega, por la adición de azúcar. Después de más de 10 años las añadas “buenas o excepcionales” se suceden, en detrimento de los remolacheros.
Las vendimias son más precoces y el ácido tartárico ha tomado el relevo del carbonato de calcio para corregir las acideces defectuosas.
Para el resto no se ha movido nada y quedan por reconducir los métodos de cultivo tradicionales.

Una de las mejores ilustraciones de los efectos dañinos del cambio climático asociado a un cultivo tradicional, reside en el comportamiento de la garnacha negra en Costas del Ródano, en Costieres de Nimes o en la Laderas de Languedoc : la madurez ultra rápida se acompaña de una ausencia de color dramática que las otras vides tienen dificultades para compensar.

Definir una densidad de plantación y un volumen de cosecha la hectárea se traduce, in situ, por dos cosas :

• Se asigna a cada cepa un volumen para ocupar, y debe permanecer en este volumen, año tras año.
• Cada cepa debe proporcionar una cantidad de uva determinada a partir de yemas fructíferas que se le dejarán.

Es la poda de invierno, o poda seca, que responde, en principio, a estas dos obligaciones, con, a menudo, la intervención de la poda en verde para corregir el tiro (desyemadura, vendimia en verde…).